Y ahora que conocemos un poco más sobre los hábitos higiénicos de nuestros ancestros me gustaría presentaros a uno de mis personajes favoritos.Descubrirlo fue algo maravilloso,un flechazo.... antiséptico,limpio yo diría que rayando la esterilidad. Os invito a conocer su historia,es alucinante.
Ignác Fülöp Semmelweis fue un médico húngaro del siglo XIX que consiguió disminuir drásticamente la tasa de mortalidad por sepsis puerperal (una forma de fiebre puerperal)entre las mujeres que daban a luz en su hospital mediante la recomendación a los ginecólogos de que se lavaran las manos con una solución de cal clorurada antes de atender los partos.
Semmelweis era un joven médico que comienza a trabajar en la Maternidad de Viena y observa con procupación la alta tasa de mortalidad entre las parturientas que sufren fuertes dolores, fiebre alta y un aintensa fetidez antes de morir. En este hospital se disponía de dos salas de partos: una dirigida por el doctor Klein y otra por el doctor Bartch. En la primera, la mortalidad de las mujeres era altísima mientras que en el pabellón del doctor Bartch era mucho menor
Comienza a estudiar las diferencias en ambos pabellones: El de Klein es más frecuentado por los estudiantes de medicina, quienes atendían a las parturientas después de sus sesiones de medicina forense donde se practicaban autopsias. En cambio la sala de partos de Bartch es más utilizada por las matronas, ellas no diseccionaban cadáveres. Esto le lleva a formular la ingeniosa (y correcta) teoría de que los estudiantes transportan algún tipo de "materia putrefacta" desde los cadáveres hasta las mujeres, siendo ése el origen de la fiebre puerperal.
Aún no se conoce la existencia de los microorganismos causantes de las infecciones y sólo puede intuirse la existencia de los mismos a través de sus efectos y del olor que despiden: "Desodorar las manos, todo el problema radica en eso".
De hecho descubrió que las mujeres que parían en la calle tenían más probabilidades de vivir que las que lo hacían en el pabellón de los estudiantes.
En octubre de 1846 decide instalar un lavabo a la entrada de la sala de partos y obliga a los estudiantes a lavarse las manos antes de examinar a las embarazadas. El procedimiento tiene resultados ,el número de muertes desciende bruscamente, pero al no tener una base científica los principales cirujanos y ginecólogos europeos ignoran o rechazan su descubrimiento. Llegan a afirmar que no es posible reproducir los resultados de su experimento, y que ha falseado las estadísticas obtenidas. El doctor Klein no está de acuerdo con las conclusiones de Semmelweis él cree que el problema va desde la brusquedad de los estudiantes a la hora de realizar los exámenes vaginales,hasta el hecho de que la mayor parte de ellos sean extranjeros (procedentes de Hungría, sobre todo)
El doctor Klein se niega a aceptar esta medida y despide intempestivamente a su ayudante.
Se conservan algunas cartas de esta época de Semmelweis a su amigo Markusovsky:
"No puedo dormir ya. El desesperante sonido de la campanilla que precede al sacerdote portador del viático, ha penetrado para siempre en la paz de mi alma. Todos los horrores, de los que diariamente soy impotente testigo, me hacen la vida imposible. No puedo permanecer en la situación actual, donde todo es oscuro, donde lo único categórico es el número de muertos".
Se traslada de nuevo a su ciudad natal y trabajará en la Maternidad de San Roque de Budapest. En este espacio descubre igualmente que la mortalidad de las parturientas es altísima y decide poner en práctica su teoría instalando un lavabo en la entrada de los pabellones y obligando a lavar la lencería de una paciente a otra. Se obsesiona tanto con la idea que persigue noche y día al personal para que cumpla con las normas, pero su carácter irascible no ayuda a que los trabajadores acepten sus teorías. El ambiente hostil le empuja a escribir una carta a todos los profesores de obstetricia:
CARTA ABIERTA A TODOS LOS PROFESORES DE OBSTETRICIA
... ¡Asesinos! Llamo yo a todos los que se oponen a las normas que he prescrito para evitar la fiebre puerperal. Contra ellos, me levanto como resuelto adversario, tal como debe uno alzarse contra los partidarios de un crimen! Para mí, no hay otra forma de tratarles que como asesinos. ¡Y todos los que tengan el corazón en su sitio pensarán como yo! No es necesario cerrar las salas de maternidad para que cesen los desastres que deploramos, sino que conviene echar a los ginecólogos, ya que son ellos los que se comportan como auténticas epidemias..."
Este gesto empeora su situación pública y comienza un período de declive intelectual, en el que llega a pegar carteles por las paredes de su ciudad en los que advierte a los padres de las mujeres embarazadas del riesgo que corren si acuden a los médicos. Sufre alucinaciones, busca tesoros escondidos en las paredes de su casa, en una crisis de ansiedad entra en el pabellón de anatomía donde, delante de los alumnos, abre un cadáver y utiliza después el mismo bisturí para provocarse una herida. Esto le provoca una sepsis que tras tres semanas de fiebre y los mismos síntomas que los de las mujeres que tantas veces vio morir, él mismo fallece a los 47 años.
El Hospicio General de Viena es actualmente un edificio rosa con verja negra; en su interior puede verse la estatua de un hombre sobre un pedestal que representa al profesor Semmelweis. Bajo la efigie se ha colocado una placa con la inscripción: "El salvador de las madres".
Algunos años después Luis Pasteur publicaría la hipótesis microbiana y Joseph Lister extendería la práctica quirúrgica higiénica al resto de especialidades médicas. Actualmente es considerado una de las figuras médicas pioneras en antisepsia y prevención de la infección nosocomial.
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